Ulises Rodríguez Ortiz
2018
Para I.G.G.L
Hace varias semanas que tengo ese mismo sueño. Es claro y tan real, que me hace dudar que estoy soñando pues veo como mi esencia o mi espiritu se separa de mi cuerpo el cual se queda ahí en mi cama. Siento repentinamente la necesidad de respirar profundo y no puedo; siento que debo hacer algo y tengo poco tiempo; tengo deseos de moverme y al hacerlo, la necesidad apremiante no desaparece. Necesito salir, atravieso las puertas de mi casa en forma brusca hasta encontrar el aire de la calle. Camino y cierro los ojos, respirando el aire fresco del exterior; Al abrirlos, veo que las avenidas se adivinan por la línea de puntos de las luminarias y solo así siento que mi molestia disminuye, ya viajando entre los aires. El deseo irresistible de irme, se confunde con la sensación de que algo me lleva hacia algún lugar; mi angustia es al mismo tiempo la falta de aire y el vacío en mi pecho y por otro lado la solución para enfrentarme a lo desconocido que anhelo. Avanzo sintiendo humedad del ambiente y escuchando los ruidos aislados de camiones, ambulancias y música a lo lejos, trasnochada y urbana.
Mi sueño termina en tu casa, en tu ventana, en tu presencia dormida pero agitada, con gotas de sudor en tu frente, que logra humedecer algunos cabellos que se pegan fielmente a tu piel. Respiras rápido y veo tu ceño ligeramente marcado.
Tu cabello que cubre tu rostro en parte, me permite ver tus ojos y tu boca.
Al mirarte, mi esencia recorre el aroma de tus curvas y poco a poco la sensación de que no hay tiempo o de que tengo prisa o angustia, se disipa y regreso a la calma. Estamos ahora tranquilos, tu frente se ha relajado y solo con nuestras presencias y el respirar de ambos nos es suficiente. Cierro los ojos para continuar respirando lento tu aroma y ahí, en ese momento, despierto, sudoroso, a disgusto, en mi cama.
Estos sueños iniciaron al mismo tiempo de mi ingreso a la empresa en la que me contrataron en el departamento de informática. Estoy seguro de que ahí te he visto muchas veces o mi mente repite las imágenes de nuestras coincidencias. Desde entonces te me apareces a cada paso, en cada sueño y en cada flor.
Estando despierto, mi sentimiento hacia ti es controlado pues no encuentro un motivo real para esta sensación onírica. Es claro que no me pasas desapercibida; tu cabello marrón y largo, tus ojos gigantes, tu figura delgada, tu caminar inteligente, tu sonrisa feliz. Tienes un cargo con alto poder en la empresa, lo que implica que además de mi opinión sobre tu físico, eres inteligente y gran mujer en este pais misógino. Ni siquiera estoy seguro de tu nombre completo pero –maravillosamente- te apareces en mis sueños!
Ayer coincidimos en la oficina de tu jefe que por azares del destino necesitó del proceso matemático por el cual me contrataron. Al entrar en la oficina, nos miramos y note que una de tus pupilas es mayor que la otra. Al darme cuenta de este detalle ¡supe que eras tu! y que habian pasado veinte años que no te veia. Sentí como el calor subió por mi rostro y tuve que morderme la lengua para seguir atento la conversación del jefe. No vi ninguna reacción en ti.
Recuerdo que nuestros padres se odiaban por ser opuestos radicalmente en la forma de pensar. De la amistad pasaron a la ofensa y por fortuna tuvieron que irse de esa colonia antes que ocurriera algo peor. Esa época quedó marcada en mi memoria pues sin poder definirlo ni imaginarlo, supe del dolor de tu ausencia cuando te fuiste. Ahí iniciaron las crisis raras que aparecieron en mis pulmones hasta que ingresé a la universidad. Me parece que sin saberlo y sin buscarlo, te me metiste con tu pupila grande, con tus ojos gigantes y con tu correr veloz, muy adentro de mi pecho. Nunca se lo dije a nadie. Mis papás me llevaron con el pediatra pues pensaban que tenia asma. El médico me miró fijamente con ojos de extrañeza por largo rato, con una expresión en sus rostro y en los movimientos laterales de su cabeza que pedían respuestas sin hablar. Sus lentes tenian un cristal gruesísimo y por esto pude ver que sus pupilas eran igualitas de tamaño y diferentes a las tuyas. Recordé que además de tus pupilas, tu y yo nos mirabamos mucho tiempo fijamente para ver primero quien se reía. Así, en nuestra adolescencia, con miradas, nos supimos entre nosotros todo. Luego de cien estudios médicos que resultaron todos normales y de la desesperación e impotencia de mis padres, me mandaron a la natación.
Has cambiado muchísimo y lo extraodinario se nota en cada palmo de tu cuerpo, pero tu mirada es la misma, ojos de color café claros y con una pupila mayor que la otra (al parecer por un golpe de pequeña). Luego de recobrar mi claridad y de esperar emocionado una reunión contigo para resolver el problema del trabajo, y de que los colores de la luz cotidiana fueron por un momento mas intensos y hasta hubo una melodía romantica que me perseguía vergonzosamente, finalmente, la cancion se destempló y se despintaron los colores de mi día pues mandaste a tu secretaria a recibir mi informe y así, se perdió la única oportunidad que tuve de hablarte.
Luego vinieron los cambios de personal y al ascenderme, me enviaron a otra oficina. La vida ha seguido –por supuesto- y los vientos otoñales de la ciudad, han tirado varias veces en estos años las hojas de los árboles. Mis crisis pulmonares regresaron a la par de las flores amarillas y rosas de los guayacanes. Los vientos otoñales son el punto de referencia; ahí estaban cuando me fui de tu oficina y conforme han pasado los años, han tirado además de las hojas, mis recuerdos y mis sueños.
Desapareciste –desde entonces- en el inconsciente de mis noches.
Pero, todo se sabe en la oficina, desde los planes de fiesta para los que están cerca de la jubilación o el viaje a las Bahamas de los recien casados, hasta que ahora te dedicas a la enseñanza y que estas feliz. En cuanto me mejore de esta alergia o gripa o ¡no se que cosa!, investigaré mas sobre que ha sido de tu vida. ¿Por qué nunca tuve el valor de hablarte?
Por el momento, no me importa nada más que descansar, siento la necesidad de respirar y por más que inhalo, parece que no lo logro.
Cada vez hace más calor y no puedo dormir a pesar de estar cansado, me falta mucho aire y pasan por mi mente semidormida imágenes de todo tipo. ¡No soporto estar así! Necesito salir a la calle.
Y entonces sucede otra vez. Dejo mi cuerpo dormido y me elevo en el aire fresco y me voy, o me atraes a nuestro momento, a nuestro espacio..
Creo que dormí mejor aunque me duele un poco el cuello. La sensación de falta de aire fue tan real, mi necesidad de salir corriendo fue hasta ahora la mas intensa. Seguro no me he movido en toda la noche, me siento mas ligero, pero, ese espejo frente a mi ¿de quién es? El cuarto tiene en el techo ¿color hueso? No estoy en mi casa. Desde mi posición en la cama, me miro al espejo perfectamente y no comprendo lo que pasa, miro conscientemente ¡pero debo estar soñando!, pues parece que estoy en tu cuerpo o en tu sueño. Miro al frente al espejo y a traves de tus ojos tus pupilas asimétricas.
¡Te encuentro!